“En las casas de nuestros abuelos no podía faltar un horno
hecho en barro, donde se cocinaba siempre a leña. Ellos nos trasmitieron
sus saberes y los mantenemos”, expresa Segundo Masaquiza, quien es habitante de
Salasaka, una parroquia de Pelileo en la provincia de Tungurahua.
Esta tradición se resiste al tiempo, en especial en las comunidades
indígenas y rurales donde conservan los hornos de barro.
Para Rosa Corrales, oriunda de Pinllo, la cocina encierra tradición desde
la cosmovisión andina y por eso prefieren cocinar en leña, porque el sabor
de la comida es más deliciosa y saludable, asegura.
Masaquiza afirma que ya pocos artesanos construyen el horno. Se los elabora en
diferentes tamaños. Los hornos no solo contienen barro, requieren de
melaza, una sustancia que es de color oscuro elaborada a base de panela.
Tampoco utilizan cemento, sino ladrillos y madera para sostener la
estructura que son retirados cuando se seca el barro.
Masaquiza explica que al juntarse la melaza con el barro se endurece y
al secarse toma aspecto como el vidrio. Otros prefieren dejar el ladrillo y la
madera.
Juan Sigcha manifiesta que también suelen plasmar diseños de la naturaleza,
que es con la que se identifican en la cultura indígena.
El chef Guillermo Morales asegura que prefiere el horno de leña para preparar
los platos típicos. Para preparar los tradicionales alimentos, como el
cuy, el conejo y el pollo, se enciende el horno desde la mañana y
permanece funcionando todo el día.
“Cocinar en horno de leña tiene sus bondades, porque la alimentación es
saludable”, sostiene Morales.
Fuente: EL EXPRESO
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